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Emilio Wagner y el ARA San Juan que construyó para su hijo: "Es una forma de estar más cerca de los chicos"

El 15 de noviembre de 2017, el submarino ARA San Juan de la Armada se perdió en el mar Argentino con 44 tripulantes a bordo. Sus restos se encontraron recién 367 días después. Sin respuestas ni apoyo del Estado, los padres del Capitán de Corbeta Diego Wagner Clar miraron al cielo y sintieron que su hijo les estaba pidiendo un homenaje a la memoria de los tripulantes desaparecidos.

16 de noviembre de 2022

Catalina se quedó dormida. Desde que salieron de Mar del Plata no paró de llorar y Emilio maneja como puede, los ojos pesados de lágrimas no ayudan. La tarde comienza a caer sobre la ruta 226. Es un día cualquiera de comienzos de abril de 2018 y ellos vuelven a Olavarría, como cada semana, de una reunión con otros familiares en la que comparten los avances de la investigación. El submarino lleva cinco meses desaparecido en el Atlántico.

Emilio mira al cielo y lo ve: una nube gigante forma un submarino perfectamente delineado, como si las nubes fueran de algodón y alguien hubiera tomado trozos pequeños y los hubiera colocado con cuidado, acá la popa, más allá la proa, hasta la torreta se distingue bien. No lo puede creer.

- Mirá, Caty, un submarino en el cielo.

Despierta a Catalina, ella no entiende hasta que mira por la ventanilla. La ruta gira de golpe hacia la izquierda en una curva cerrada llegando a Balcarce, pero el ARA San Juan sigue ahí.

«Sentí que mi hijo me pedía algo»

Alcanzaron a sacarle una foto que recorrió varios medios y fue tendencia en redes sociales. Después de que el ARA San Juan se perdiera en las profundidades del Atlántico, muchas personas en diferentes fechas y en distintos puntos del país miraron el cielo y juran que vieron lo mismo: una nube con la forma exacta del submarino desaparecido.

"En ese momento sentí que mi hijo me pedía algo", cuenta Emilio. Diego Wagner Clar tenía 38 años, una compañera, tres hijos. Pasó los últimos 18 años sirviendo a la Marina. Era licenciado en Administración de Recursos Navales para la Defensa y uno de los cinco comandantes de la tripulación del ARA San Juan, donde se desempeñaba como Jefe de Seguridad y Propulsión.

"Cuando llegué a casa, estuve varios días intentando interpretar qué era lo que mi hijo me estaba pidiendo". Pero un día, Emilio simplemente lo supo: tenía que hacer una réplica del submarino y tenía que hacerla él, con sus propias manos. ¿Cómo? ¿Para qué? Recuerda que no pudo responder esas preguntas en su momento, pero sintió que tenía que hacerlo, que era su hijo Diego quien se lo pedía.

Aunque no contaba ni con lo básico: no tenía conocimientos de herrería, herramientas para la construcción ni materiales. "Cuando se lo comenté a un chico de acá del barrio que tiene una venta de hierro, me dijo 'yo me crié con Diego, Emilio, decime qué necesitás'".

Comenzó con unas chimeneas de 5×3, un poco más grandes que un auto estándar. "Muchos me ofrecieron ayuda -dice Emilio-, pero yo les dije que lo único que necesitaba era que me enseñaran a soldar".

Igual que una nube en el cielo de Balcarce

Era mayo de 2018 cuando Emilio comenzó a construir la réplica del ARA San Juan. Pidió prestado un taller donde trabajar, a donde prácticamente se mudaría en los próximos meses. Llegaba a las 7 am y se quedaba hasta las 10, 11 de la noche, lo que aguantaran sus 59 años y la hernia de disco que le diagnosticaron en 2015, por la que lo jubilaron antes de tiempo en la fábrica. Trabajó casi en penumbras en las noches cerradas de invierno, los días de lluvia.

"La gente pensaba que yo estaba loco. Cuando me preguntaban y yo les decía que estaba haciendo un submarino, mucha gente se reía, pero a medida que fueron pasando los meses y fue tomando forma, fueron entendiendo", recuerda.

Sin embargo, hubo momentos en los que creyó que no iba a poder. "Cuando algo se me complicaba o no entendía cómo resolverlo, me arrodillaba frente a ese montón de hierro y les pedía a los chicos que por favor me ayudaran. Más de una vez le pedí a Diego llorando que por favor me ayude a hacer su monumento, que era para él, para sus compañeros". Entonces las ideas, igual que esa nube que se formó en abril en el cielo de Balcarce, aparecían.

"¿De dónde salía esa fuerza?", se pregunta ahora Emilio y responde: "Me la daban ellos, sacaba fuerzas de repente, y seguía". Fue así que en algo más de tres meses, Emilio ya había fabricado un ARA San Juan a escala, de 10 metros de largo por tres de altura, seis veces más pequeño que el original.

Un lugar donde recordar

En agosto de 2018 comenzaron a buscarle un lugar a la escultura. Si bien Olavarría es la ciudad cabecera del tercer partido más grande de Buenos Aires, a Emilio le dijeron desde la intendencia que no había ningún espacio para colocar el submarino en homenaje al ARA San Juan. Sí le ofrecieron espacio en los pueblos y colonias de alrededor, y eligieron Colonia Hinojo, un paraje que no llega a los mil habitantes, donde Emilio se crió y donde Diego pasó muchos veranos de infancia.

En septiembre comenzaron a acondicionar el anfiteatro en frente a las vías abandonadas de Hinojo, pero necesitaban mucho para ponerlo a punto. La gente se iba enterando y ofrecía dinero, pero Emilio y Catalina solo aceptaron donaciones: pintura, 44 árboles para homenajear a los tripulantes, un mástil naval, tres placas de homenaje.

Los profesores de Diego en la escuela Naval se encargaron de los murales: uno del submarino y otro que representa a Diego cuando estuvo en la Antártida. Les llevó un año lograr que la Marina donara un ancla con 44 eslabones, que un vecino fue a buscar a Punta Alta, otro la arenó, otro construyó y colocó el pié de cemento que la sostiene. Instalaron también una bomba centrífuga, y viajaron dos veces por semana durante los últimos cuatro años para regar con balde los 44 árboles en homenaje a los tripulantes.

"El parque pasó de ser un descampado completamente abandonado a un lugar en donde los niños andan en bicicleta. Hemos logrado esto gracias a los chicos y a su memoria", cuenta Emilio . Dice que muchas personas de Olavarría se acercan al monumento, pero también lo visitan de ciudades vecinas e incluso de otras provincias; Salta, Jujuy, Tierra del Fuego: "Nos dejan papelitos". Inclusive lo han visitado papás de otros tripulantes. "Cada vez que vamos a Hinojo, para nosotros es una forma estar más cerca de nuestro hijo. Es nuestro lugar para recordar a los chicos, recordar a Diego, y estar un poco más cerquita de ellos".

Espiados

Un 10 de marzo de 2018, cuatro meses después de la desaparición del ARA San Juan y a tres meses de que el gobierno de Mauricio Macri diera por finalizada la búsqueda, Catalina vivió algo que en el momento creyó imposible: "Diego salió del grupo". La frase apareció en el chat de WhastApp que comparte la familia; "Entonces Diego está vivo", pensó por un segundo. Después de eso, parte de las fotos que su hijo les había enviado antes de zarpar, desaparecieron. "No desapareció todo, sino cosas puntuales", explica.

El 24 de abril de 2018, las familias denunciaron en Comodoro Py que sus teléfonos habían sido "pinchados", que intrusaron sus redes sociales y que les desaparecieron los mensajes de los tripulantes. En diciembre de 2021, el juez federal de Dolores Martín Bava procesó a Macri por espionaje ilegal aunque siete meses después fue sobreseído, justificándose el hecho bajo la figura de "seguridad interior".

Aún así, la familia de Diego nunca quiso tener un abogado ni pertenecer a la querella. "Nosotros creímos, nuestro error fue creer. Creer en la Justicia, en nuestro presidente. Para nosotros es muy duro tener que ver que unos jueces sobreseyeron a Macri cuando la causa está, nosotros fuimos investigados, fuimos seguidos, pincharon nuestros teléfonos".

"Nosotros lo que queremos es que nos digan qué pasó", explica Catalina, con resignación. "Yo te digo la verdad, ya ni queremos que vayan presos, queremos que nos digan la verdad. Si nos siguieron, nos investigaron y la justicia lo avala, entonces esto es algo más grande, algo que explica lo que pasó".

Fuente: De Anita Aliberti para Perycia.

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